Avanzamos en el recorrido de la Pascua y Jesús viene preparando a sus discípulos para su partida física de en medio de ellos, y para la llegada del Espíritu Santo. Sabe el Señor que eso va a causar traumatismo. Cuando fue crucificado, sus discípulos se dispersaron y su comunidad eclesial parecía haber llegado a su fin.
El Señor conoce la fragilidad del corazón humano, por eso, ahora prepara su partida de tal manera que la iglesia naciente se mantenga unida y emprenda con decisión su tarea misionera.
El mensaje fundamental de este domingo es: no los dejaré huérfanos. Esta noticia nos debe llenar de gran esperanza y de ilusión, porque ciertamente enfrentar los grandes retos que el mundo hoy nos plantea no es tarea fácil, ser cristianos hoy se hace complicado, pero hemos de saber con toda verdad que Dios va con nosotros.
Cuenta que un sabio enseñó a su hijo a descubrir al Uno (con mayúscula) tras la apariencia de lo múltiple. Y lo hizo valiéndose del siguiente ejercicio. Un día le ordenó a su hijo:
– «Pon toda esta sal en agua y vuelve a verme por la mañana».
El muchacho hizo lo que se le había ordenado, y al día siguiente le dijo su padre:
– «Por favor, tráeme la sal que ayer pusiste en el agua».
– «No la encuentro», dijo el muchacho. «Se ha disuelto».
– «Prueba el agua de esta parte del plato», le dijo el sabio.
– «¿A qué sabe?»
– «A sal».
– «Sorbe ahora de la parte del centro. ¿A qué sabe?»
– «A sal».
– «Ahora prueba del otro lado del plato. ¿A qué sabe?»
– «A sal».
– «Arroja al suelo el contenido del plato», dijo el padre.
Así lo hizo el muchacho, y observó que, una vez evaporada el agua, reaparecía la sal. Entonces le dijo el sabio: «Lo mismo que no eras capaz de ver la sal en el agua, hasta que ésta se ha evaporado, tú no podrás ver a Dios aquí, hijo mío, hasta que tu cuerpo se «evapore», pero de hecho está aquí, contigo».
La conclusión del sabio es muy valiosa para nosotros: aunque no podamos ver a Dios, de hecho, él está aquí con nosotros. Y esta gran verdad de nuestra fe está sostenida por la Palabra de Dios. Jesús en el evangelio dice: “Yo pediré al Padre que les envíe otro Paráclito, que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad”, y afirma contundentemente: “No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes” (Cfr Jn 14, 15 – 21).
Y cuando sabemos que Dios vive siempre con nosotros, esto nos obliga a “dar explicación a todo el que nos pida razón de nuestra esperanza, Con delicadeza y respeto para que cuando nos calumnien, queden en ridículo (1 Pe 3, 15s). Tenemos que mostrar que Dios está con nosotros y hace parte de nuestra vida. Hay un bello consejo de la palabra de Dios, si tenemos que sufrir por mostrar a Dios,
“Es mejor sufrir haciendo el bien que sufrir haciendo el mal”. Y eso se hace con palabras y obras, como lo hizo el apóstol Felipe, quien después de Pentecostés bajó a Samaria y predicaba y la gente creía porque escucha y veía, es decir, la predicación estaba acompañada de obras.
Pero hay una manera de mostrar a Dios que no deja duda, es la alegría. Dice el libro de los hechos de los apóstoles que la ciudad de Samaría al escuchar la predicación del evangelio, se llenó de alegría.
En este domingo tenemos que saltar de alegría porque no somos huérfanos, Dios Padre nos ha enviado a su Hijo y nos promete la asistencia del Espíritu Santo. Dios está con nosotros. Esto nos debe ayudar en estos momentos de la historia en que las circunstancias por las que atraviesa el mundo, donde arrecian las guerras y se anuncian crisis, donde en nuestro país se habla de desesperanza y no se visualiza un futuro seguro y que de tranquilidad, es aquí donde tenemos que sacar a relucir esta verdad que estamos proclamando.
Dios está con nosotros, y nos ayudará a encontrar los caminos de las paz, pero tenemos que poner todos de nuestra parte. Dios está con nosotros y nos ayudará a encontrar remedios para el cambio climático y para una convivencia más armónica con la creación. Dios está con nosotros y nos ayudará a superar la desconfianza y la polarización ideológica que sigue haciendo tanto daño, para encontrar propósitos comunes, sueños conjuntos que nos unan a todos y afiancen la fraternidad.
Si Dios está con nosotros, como lo creemos y lo proclamamos, un mundo mejor está por venir. Ante todo, hemos de permitir que Dios haga parte de nuestra vida, como realmente él quiere hacerlo y así lo ha prometido. Tengamos claro que él está siempre a nuestro lado aunque no lo veamos, confiemos siempre en él y pongamos todo de nuestra parte para que su presencia sea cada vez más visible entre nosotros.
Por eso, los invito a acoger la invitación del salmista:
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Vengan a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. (Sal 65, 1 – 3)
* Presbitero Apostólico de San Andrés y Providencia