Pedro Noé Rodríguez entrenador abnegado del béisbol insular

Causó sorpresa que Pedro Noe Rodríguez, no asistiera a la firma de Sebastián Archbold, con los Cubs de Chicago para el baseball de las grandes ligas, entre otras cosas porque él había sido su entrenador toda la vida. Pero él tiene esas rebeldías y pese a la insistencia de su compañera Patricia, en el libro de esas memorias, su nombre no quedó impreso.

Cuando niño en La Romana, en República Dominicana, su tierra natal, veía la transmisión del baseball por televisión y lo motivaba ver a los jugadores cantar el himno nacional con la gorra en el pecho. Tenía ocho años y decidido le dijo a su abuela: “un día de estos yo voy a ser pelotero también y me vas a ver ahí”.

Aunque ha sido muy unido con su madre, se crió en el campo junto a su abuela y fue en las calles destapadas de camino al estadio, donde en su primer acto de rebeldía renunció a tener que educarse de manera convencional y empezó a soñar con ser como esos hombres que lo hacían sentir orgulloso, gorra en pecho.

Entrado en sus veinte años tuvo la oportunidad de venir a Colombia para una temporada de pelota y nunca más regresó a su país de manera permanente. Tenía ya una nutrida experiencia de haberse preparado en varios equipos y haber jugado con los Dodgers de Los Ángeles, desde los 16 años.

Más adelante, la promesa a su abuela de cantar el himno con la gorra en el pecho, fue un constante orgullo, que alcanzó a colmar con la misma devoción por banderas que no eran las de su país, sino las de San Andrés y Providencia.

Épocas doradas del baseball

“Pedro Noe Rodríguez, ha sido uno de los grandes lanzadores que ha venido del extranjero a San Andrés, un lanzador completamente controlado, lo que significa que no pierde el –home, difícilmente tiraba la bola por fuera de donde estaba el receptor, no tiraba bola mala”, manifiesta el periodista Gabriel Salcedo, narrador de los partidos de baseball en los años 90’s cuando lo trajeron de refuerzo.

Eran las épocas doradas del baseball insular, sin embargo, en ese torneo no tuvieron suerte. Al año siguiente las autoridades departamentales lo llamaron y le solicitaron recomendar a un refuerzo y es así como entró al juego Germán Paredes, otro crack.

Ese año quedaron campeones. La enorme celebración muchos aún la recuerdan. Pedro y Germán se volvieron parte del paisaje. Los dominicanos referentes del baseball en las islas.

Luego vino Providencia, a donde llegó invitado por el señor Inocencio Jay quién junto con Enrique Vásquez, fomentaban el baseball y querían empezar a hacer un trabajo de semillero en la hermana isla. En cuanto pisó el estadio supo que había mucho por hacer. De eso ya van cerca de 30 años en los que promete que se irá, pero no ha podido.

Semillero de peloteros

“El primer niño que yo entrené aquí, fue Carlos Robinson (Shala) yo estaba recostado viendo el terreno y recuerdo que lo vi llorando porque tenía una molestia en el hombro, lo llamé y le di unas palabras de motivación, le pregunté quién era su papá y él respondió que el profesor Carlos Robinson, entonces le pedí que le preguntara si estaba de acuerdo en que yo lo entrenara a partir de ahí”, recuerda.

Robinson, no perdía ni una bola. Trabajó muy duro, sacó el dolor y demostró que era un genuino pelotero. Fue selección Colombia y luego lo firmó Arizona en el baseball profesional. Le siguieron en otros clubes de la MLB, Danilo Barker, Karlin Taylor y, recientemente, Sebastián Archbold, todas promesas del baseball, entrenados por el ‘gran Pedro’.

En la actualidad tiene dos talentos a quienes dedica especial tiempo. Jesús Taylor y Ronald Fernández. Jóvenes beisbolistas que se curten a base de trabajo duro y disciplina. Son buenos, pero saben que si no entrenan no llegarán a nada con sus sobradas dotes del alto de una casa o la fuerza de un camión.

Jesús lo reafirma, sentado en la sala de su entrenador a las 6:30 a.m. viéndolo cocinar salchichas con rollitos de –dumplins en salsa roja, para después del entrenamiento, mientras esperan la llegada de Ronald. “Pedro es más que un entrenador, porque lo que hace él no lo hace nadie por nosotros”, comenta.

Desde pequeño es entrenado por este maestro que lo ha llevado junto con esfuerzo de sus padres y la sinergia con sus aliados, a ser parte de un proceso de intercambio en República Dominicana junto con Ronald, ambos con ansias de firmar profesionalmente.

Bajo la tutela de este dominicano han pasado muchos niños y mucho apoyo como recuerda en los nombres de: Inocencio Jay, Enrique Vásquez, Marlene Owkin, Ridley Huffington, Janeth Archbold, Kathia Outten, Andrés Arenas, las difuntas Xila Walters y Miss Fidelina, pero las cosas se han venido a menos con el deporte, la cultura y la educación en las islas.

De la gloria al ocaso

El baseball en el archipiélago ha tenido períodos de gloria y de prolongados ocasos. Muchos de sus protagonistas aún siguen siendo fieles a un deporte insignia pese al escaso fomento y el deterioro permanente de los escenarios deportivos que otrora reunieron el fervor de un pueblo que amaba estos encuentros.

Luego, el deterioro de los escenarios deportivos empezó a ser más prolongado, empezó a reinar la indiferencia conforme se enquistaba la corrupción y el tiempo dio paso a unos cuantos huracanes que han hecho el resto, especialmente en Providencia, donde el plan de reconstrucción no contempló dichos estadios.

«Pero hay esperanzas», manifiesta Martin Valderrama Secretario de Deporte del municipio de Providencia, quien explicó que hay muchas cosas que se están haciendo sin escenarios deportivos, como los programas de formación y gestiones pertinentes para conseguir recursos que puedan recuperar el ‘Emos Duffis’ de baseball y el ‘Asher Robinson’ de softball.

En San Andrés, según el Gobierno Departamental, ya se cuenta con el recurso de 24 mil millones de pesos para mejoramiento del estadio de baseball Wellingworth May antes que finalice el 2023 y por los últimos seis años la Secretaría de Deportes ha mantenido el programa de formación de beisbolistas jóvenes, a cargo de German Paredes.

Legión de jóvenes

En la actualidad Pedro entrena gratuitamente a cerca de 50 niños que llegan por las tardes saltando entre los obstáculos de la construcción del colegio Junín frente a los escombros del estadio Emmos Duffis.

Si llueve tienen que apiñarse junto a los menores de otras disciplinas, en una pequeña estructura de concreto de puertas abiertas y si tienen alguna urgencia de ir al baño, es mejor que traten de olvidarlo.

Los niños van llegando mientras Pedro intenta elevar con un material especial, la posición del –pitcher para que el entrenamiento sea óptimo. Todos se van acercando, empiezan a bromear y cogen rastrillo, pala y comienzan a ayudar. Comprenden la lógica del trabajo en equipo y lo terminan haciendo a la perfección y luego se echan a correr, al sonido del silbato.

Pedro, al que nunca le gustó el colegio, tiene claro –como cuando él era un jovencito– que hay que ser alguien en la vida…

Trabaja en Sopesa como maquinista y tiene el sueño de encontrar un socio para abrir una academia privada para seguir sacando a los ‘pelaos’ de un futuro incierto a través de la disciplina del baseball.

Puede que no haya asistido a la firma de Sebastián, porque sabía que iban aparecer paracaidistas que no han aportado un peso; en eso consiste su rebeldía, pero es de esos tipos bonachones y sentimentales, cualidades de los héroes silenciosos, de los héroes que no salen en los periódicos, de los héroes que casi nadie ve, al que pocos le agradecemos.

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